Las crisis nos hacen fuertes. Y el covid ha sido la crisis mundial más brutal que hemos sufrido en toda nuestra vida. Nadie estaba preparado para enfrentarse a algo tan duro física ni psicológicamente pero llegó y nos ha tocado sacar lo mejor de nosotros para sobrevivir al día a día. Nuestro ritmo de vida, en ocasiones frenético, se paro en seco.
Y el mundo que conocíamos cambió . Desaparecieron los abrazos, llegó el miedo, la distancia y la incertidumbre. Nos encerramos en casa y aprendimos a vivir de otra forma. Durante el verano creímos que lo peor había pasado pero con la vuelta al cole ha vuelto el miedo y nos hemos dado cuenta de que el problema sigue estando ahí y sigue siendo serio. De nuevo en una lucha feroz. De nuevo niños confinados. Toca ser más responsables que nunca y estrictos con las cuarentenas si no queremos volver atrás. Creo que de todas las situaciones hay que sacar lecciones y estas son las mías.
1.Caer está permitido, levantarse es obligatorio. Hay momentos en la vida en los que no se puede elegir. Hay que sacar la fuerza de dónde sea para seguir luchando. Es imposible vivir siempre arriba, estar siempre contentos, levantarse día tras día con una actitud positiva. Ser positivo no significa que no tengamos días malos, sino que incluso en esos sabemos que llegarán los buenos. Toca ser responsables y prudentes pero también optimistas. Me niego a perder la alegría.
2. Nuestros hijos son un reflejo nuestro. Da igual lo que les enseñemos con palabras, nuestro ejemplo es lo que ellos aprenden. Durante el confinamiento y el verano la convivencia ha sido más estrecha que nunca y con ella hemos aprendido que la actitud es el mejor ejemplo. Que la tristeza se contagia pero la alegría también. Durante el encierro me tocó ser fuerte pero te das cuenta de que la rueda de la alegría arrastra más alegría y así las cosas son más fáciles.
3. Vivir más despacio, consumir menos. Durante el confinamiento no compré nada online y curiosamente no eché nada de menos. Pienso en el montón de horas y dinero que habría perdido esos meses de tienda en tienda buscando cosas para la casa, ropa, artículos que seguramente no necesito. La vida se paró y el gasto también. Y sólo he echado de menos sensaciones: la libertad, la seguridad, la felicidad de estar con mi familia. Todo eso me ha hecho darme cuenta de que necesito menos y ha habido un cambio en mi consumo.
4. La familia es el mejor refugio. Siempre. No hay nada que ofrezca más seguridad psicológica que los abrazos de tus seres queridos. Lo demás es accesorio.
5. Viajar es maravilloso pero apreciar las cosas pequeñas, más aún. Toda mi vida soñando con viajes. Cuando volvía de uno, ya empezaba a preparar el siguiente. Los viajes han sido durante años mi motor, mi gasolina de vida. Estos meses en casa en los que no podía ni pensar en salir de mi barrio he aprendido a mirar las cosas pequeñas con otros ojos. Y lo he disfrutado todo el doble. Ya no sueño con viajes lejanos. De pronto las cosas más simples se volvieron especiales. Caminar cerca de casa y coger flores, un desayuno tardío un día de sol, bailar bajo la lluvia con mis hijos.
6. Carpe Diem. Da igual los planes que hagas y lo que tengas previsto. El covid manda y la vida va cambiando sobre la marcha. Este otoño mi mantra va a ser «carpe diem». Hay que disfrutar el «aquí y ahora» sin pensar mucho en mañana, sin planificar esperando. Mañana quizá estemos confinados, si no lo estamos hoy, ¿salimos a pasear por un bosque?
Aprender a vivir sin esperar. Sólo disfrutando de lo que tenemos, esa ha sido mi gran lección.
Creo que han sido grandes lecciones de vida. Este virus ha sido devastador pero no olvidemos todo lo aprendido.