Un safari en Africa con los niños. EL VIAJE. Así con mayúsculas. Durante años en las conferencias y entrevistas siempre me preguntaban cuál era mi viaje soñado. Y mi respuesta era siempre rotunda: un safari. Años y años soñando con esto y la realidad ha dejado pequeños los sueños. Un safari es un viaje que no puede compararse con otros. Por un lado porque cada día es una nueva aventura y nunca sabes lo que va a pasar. Y por otro porque la desconexión del mundo «conocido» es brutal. No hay wifi, ni calles ni prisa ni normas. Paz, naturaleza y animales.
Encontrarse a una familia de leones a 3 metros de tu jeep al atardecer es una sensación que no se olvida en la vida. Africa es otro mundo. No hay palabras que describan la emoción de un safari. El cosquilleo en la tripa al buscar desde el coche animales en su hábitat. Aquí el león es el rey y tú un mero espectador. Nuestras reglas no valen. En pocos viajes te sientes tan vulnerabale y parte de la naturaleza.
A veces tardas horas en encontrar lo que buscas y otras de pronto se cruza frente a tu jeep una manada de búfalos.Ir de safari es pura suerte. La emoción de seguir pistas y huellas. De buscar sin saber qué vas a encontrar. Observas y aprendes. Escuchas. Disfrutas. Pero ellos mandan. Y eso es lo que hace este viaje distinto. Aquí no puedes controlar las cosas.
Los hoteles además estaban dentro de parques naturales, y tenían lo que ellos llaman «vida salvaje». Mientras no bañabamos en la piscina venían a comer una familia de impalas. Y en el hotel de Zambia convivíamos con hipopótamos (estaba al borde de un río) y monos en nuestras terrazas. Un día hasta nos robaron las galletas. Se trata de convivir con los animales que tienes alrededor. Y todo esa hace que la inmersión sea completa.
El broche final de este viaje ha sido Vitoria Falls. Impresionante. Emocionantes.
Hace años visité las Cataratas de Iguazú y recuerdo que al verlas me emocioné tanto… me sentí muy muy pequeña. Han pasado muchos años y viajes desde entonces y sin embargo todas esas mismas sensaciones volvieron frente a Victoria Falls. Y más si las cataratas te reciben como un doble arco iris.
No voy a engañaros. Es un viaje caro. Posiblemente el más caro que haga en mi vida. Pero este era «el año» así que dijimos: adelante. Un privilegio todo lo vivido. No lo olvidaremos mientras viva.
Prometo contaros detalles en un post más extenso.