Todos los años por estas fechas publico un post para despedirme. Para recordarme a mi misma que tengo un precioso verano por delante, que las vacaciones son para descansar. Es mi mantra de cada verano. Menos redes sociales, menos móvil y más jugar en la arena y comer helados. Este post es para contagiaros ilusión por estas semanas que tenemos a la vista. En redes sociales las fotos no hablan de playas llenas de gente, de calor, rabietas de niños ni discusiones familiares. Pero eso también está, y hay que mentalizarse: está para todos. Nadie tiene playa privada ni niños felices 24 horas.
Pero en verano hay que priorizar alegría, tenemos la «obligación» de ser felices. Tal cual. El resto del año es muy exigente: estrés, cosas por hacer… vivir corriendo. Ahora toca relajarse. Reirse. Descansar. Creo que la vida (y más las vacaciones) están para eso. Para disfrutar. Para vivir intensamente cada pequeña cosa y disfrutarla como si fuera el mejor momento de nuestra vida. Y de eso nuestros hijos saben mucho.
Porque algunas podemos contar con los dedos de las manos los veranos que nos quedan con ellos, antes de que empiecen a decir que «prefieren irse con sus amigos». Y entonces todo será distinto.
Este año yo quiero un verano de días felices. Estar de vacaciones es «estar de vacaciones». Y eso quiere decir ser flexible, optimista, no enfadarme por pequeños detalles y levantarme cada día con una sonrisa en la cara. Ponerse en off para el mundo, para las redes sociales y estar con tu familia. Estar presente. Toca ser felices juntos.
Ser feliz es también un trabajo. El trabajo más maravilloso del mundo.