Un año más los niños están haciendo con sus primos el Camino de Santiago. Con este, ya son tres años de aventura. Y siempre vuelven con ganas de repetir. Este año además han cambiado el recorrido y aumentado la distancia: hay días que hacen 20 kilómetros al día.
Así en foto todo suena muy bonito. Pero la realidad es bien distinta. Andar 20 kilómetros con niños de 7 años no es idílico, creerme. Llevan ya tres días andando bajo la lluvia. 20 kilómetros de mal tiempo y cuestas son muchos kilómetros.
Se me parte el alma cuando me llaman y oigo sus vocecitas.. en realidad son tan pequeños «Mama estoy empapado, ¿allí hace sol? aquí no deja de llover». Si pudiera iría corriendo a abrazarles para llevarles en brazos. Mi marido tiene razón: soy una blanda.
Tienen suerte porque allí está papa que es justo lo contrario. La fuerza, el «sí puedo».
Llegan agotados de cada etapa sin embargo están felices. Se sienten fuertes, no se quejan. Fuerza mental. Es nuestro cerebro el que nos dice dónde podemos llegar. Y en su cerebro no se contempla rendirse. Me llama mucho la atención. A pesar de que me cuentan lo que les duele, siempre siempre me dicen que están bien, que disfrutan mucho y que mañana más.
Esta semana es para ellos una experiencia de vida. El camino marca. Y a pesar de que no es fácil, cada año repiten. Vuelven a casa con muchas enseñanzas. Con fuerza en la mochila. Y con la lección aprendida: la vida es de los valientes y no vale rendirse.
Ultreia, campeones.