Quizá en mis viajes podría ver muchísimos pueblos bonitos más. Quizá me perdí una playa preciosa o una isla que me habría encantada. Seguro. 20 días en Croacia y no has visto Hvar? Y no fuiste a Korcula? Serán ideales, no lo dudo. Pero también sé que habría cargado la maleta de prisas, stress y horarios. Lo siento, ya no viajo así.
Hace años, yo era una loca que exprimía cada minuto de un viaje. Que hacía itinerarios con el «más dificil todavía» y lo quería ver y conocer todo. Poco o nada queda ya de eso.
Ahora disfruto de cada momento, despacio, lo saboreo… estar de vacaciones o hacer un plan el fin de semana supone no tener que mirar el reloj. De eso se trata.
Cada vez que salgo de casa con los niños sea para ir a un parque de Madrid o para hacer un viaje mi filosofía es menos es más… Se trata de sentarse a tomar un batido de chocolate con los niños si estamos cansados sin pensar «a qué hora cierran este museo». Si cierran, que cierren. Ya veremos otra cosa. ¿Está rico el batido?
Porque amigas, lo importante no es lo que pasa, sino cómo vives lo que te pasa.
Y ese es el truco de viajar con los niños y disfrutar mucho, mucho, mucho…
Slow. Tiempo. Una combinación ganadora. Ir despacio y tener tiempo… para jugar, para perderse sin agobios, para redescubrir las mismas calles por las que ya has pasado varias veces y ahora te resultan hasta familiares…
Para que cuando vuelvas a casa no tengas la sensación de que necesitas una semana más de vacaciones para recuperarte de los mil planes de las vacaciones. Para que cuando recuerdes las ciudades no pienses sólo en monumentos ni visitas al trote… sino en momentos con los niños…
Se trata de recordar juegos y atardeceres. No de poner «X» en las decenas de sitios visitados.
Viaja lento y disfruta más.