La culpa. Esa que pesa. Esa que paraliza y hace que pierdas días y momentos porque nada es lo que esperabas. Las mujeres convivimos con la culpa más de lo que nos gustaría. Si cuidamos a nuestros hijos a tiempo completo nos sentimos culpables por haber «renunciado» a nuestra carrera. Si trabajamos fuera de casa, la culpa llega por la falta de tiempo de estar con los niños. Da igual la vida o el tiempo que tengas, siempre está ella a nuestro lado.
Tenerlo todo es una utopía. Los días tienen 24 horas y tengas la vida que tengas, siempre hay culpa, siempre habrá un «no llego». No hay que ser demasiado exigente. La vida es la que es. Los días se hacen cortos, las semanas se hacen largas… vivimos a contrareloj descontando minutos en vez de sumarlos. Dejamos de cuidarnos y de cuidar a los que queremos para preocuparnos por todo lo demás. Pero la pregunta más dura, la más real, la que deberíamos hacernos a diario: ¿Tienes tiempo para ser feliz? Eso sí que debería ser una tarea.
El día a día se llena de listas y cosas por hacer. Hacemos tantas cosas y vivimos tan deprisa que justo eso se nos olvida. Tenemos tiempo para trabajar, para hacer, para planificar, poner lavadoras, hacer facturas… y ¿qué más?
Uno de mis objetivos en mamasviajeras es justo ese: animaros a sacar pequeños ratos de felicidad con vuestros hijos. Felicidad diaria. La de las pequeñas cosas. La de andar en bici un día cualquiera. La de hacer tarta de chocolate juntos. La de ver un parque lleno de almendros en flor. La de planificar con una ilusión infinita una escapada, tiempo juntos.
Para ser feliz no hace falta buscar grandes momentos. Solo hay que elegir ser feliz, y una vez dado el primer paso, pensar en cómo hacerlo. Qué cosas pequeñas del día a día te hacen sentir bien a ti y a los que te rodean, que es otra forma de felicidad. Ayudar a los demás a sonreír y sentirse bien.